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¿Los traductores e intérpretes deben especializarse?

 

No lo podemos saber todo. Esta premisa vale para cualquier tipo de profesional y los traductores e intérpretes no escapamos a esta realidad. Si no podemos concebir que un abogado sepa las leyes de todos los países ni que un médico sepa sobre todas las dolencias o tratamientos, ¿cómo podemos pensar que un traductor o intérprete debe saber todos los términos y tener conocimientos de cualquier área en dos o más idiomas?

Aunque el tema de los traductores especializados en algún nicho específico no es nuevo, últimamente parece proliferar la idea en redes profesionales, plataformas de traductores, grupos en redes sociales y, sobre todo, en las agencias de traducción. Estas últimas suelen buscar traductores totalmente especializados en un área del conocimiento y me he topado con áreas tan específicas como la escalada, el hidrógeno o las patentes, dejando atrás áreas más amplias como los deportes, la química o la traducción jurídica.

Como profesionales de la traducción y la interpretación es, sin duda alguna, una gran ventaja especializarnos, ya que, al trabajar únicamente con algunos textos o discursos, pasamos cada vez menos tiempo investigando porque acumulamos conocimiento, terminología y entendimiento en el tema. Adicionalmente, nos podemos labrar un nombre como “autoridades” en el tema e inclusive podemos publicar glosarios o dirigir cursos específicos. 

Es cierto que en algunos países y regiones, sobre todo en Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia, etc., esta tendencia crece cada vez más, y pareciera inconcebible que un traductor o intérprete aceptara un proyecto en algún tema que se saliera de su área de especialización, pero pensemos un poco sobre la realidad de muchos traductores en esas latitudes. ¿Esos traductores pueden sobrevivir tomando solo proyectos totalmente especializados?, ¿al estrechar su área de actuación trabajan en tantos proyectos como para  pagar sus cuentas a final de mes? 

En teoría, mientras más especializados y más expertos somos también somos más escasos y, por lo tanto, podemos cobrar más. Pero, ¿cobrar más no puede volverse un arma de doble filo? Y es que a pesar de que defendamos a capa y espada nuestro derecho a cobrar lo que merecemos por nuestra formación, nuestra experiencia y nuestro conocimiento, no es un secreto para nadie que, en ocasiones, estamos a un centavo de perder un proyecto. Esto, ciertamente, dependerá de muchos factores, sobre todo del tipo de cliente. Los traductores e intérpretes que trabajan con agencias corren mayores riesgos de ser reemplazados por colegas con menos experiencia o sin formación ya que sus tarifas suelen ser más bajas.

Ahora, la realidad de los países antes mencionados es abismalmente diferente a la realidad de los países de América Latina. Podemos afirmar y repetirnos una y otra vez que, sin importar donde estemos, los traductores e intérpretes podemos trabajar en modalidad virtual para cualquier lugar del mundo y que estamos en igualdad de oportunidades, pero seamos sinceros, salvo algunos casos contados, ¿cobramos igual que los colegas de, por ejemplo, Noruega o de Alemania?

La realidad de América Latina es cruda y para muchos se trata de una lucha por la sobrevivencia. Como traductores latinoamericanos, ¿podemos permitirnos aceptar solo proyectos en áreas tan específicas?, ¿podemos sobrevivir a la inflación, la devaluación y las crisis rechazando proyectos con los que no nos sintamos 100 % cómodos?

¿Ustedes qué piensan?, ¿cómo ha sido su experiencia? No se olviden de comentar su punto de vista.


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